11 octubre, 2017

SVETLANA, ¡VAYA OBRA LA TUYA!


Tienes la virtud de plasmar los relatos del apocalipsis humano de una manera tan cruda y real que llegan profundo en las emociones de quienes te leen. Con toda razón ganaste el Nóbel de literatura.Tu obra le hace a uno plantearse tantas cosas que incluso podría cambiar el sentido de la vida de aquellos que aún alberguen en su espíritu restos de humanidad. Tu libro es un catálogo de testimonios de un pasado que se proyecta en el futuro, sin duda. No se trata de Chernobil, se trata del mundo que vivimos, y que de vez en cuando, locos, como el líder coreano o el gringo, nos recuerdan con su infinita ignorancia lo cerca que estamos de la destrucción total.
Hay que pensar en catástrofes porque son parte indivisible del ser humano. Hemos llegado al punto donde la belleza de la naturaleza puede esconder la muerte, tan invisible e implacable como la radiación. El silencio absoluto, como si viéramos el cuadro de un paisaje en una galería de arte vacía, que grita la ausencia total de vida a pesar de tanto color. ¿Será eso lo que necesita el hombre común para tomar conciencia de que su vida no es nada sin los millones de seres que nos acompañan en esta vida? Lástima que para ese momento ya sea demasiado tarde.Otro aspecto, bastante menos importante en comparación, que me hiciste reflexionar con tus Voces de Chernobil tiene que ver con la desaparición de la Unión Soviética. Bastó un reactor nuclear para derribar al todo poderoso imperio Soviético. No fue necesaria una guerra. Gorbachov, un funcionario más del aparato gubernamental que mal reaccionó ante la catástrofe. En Occidente lo pintaron como el héroe democrático que cambió la historia; me queda claro que todo fue una circunstancia, la peor de todas —no se preocupen, camaradas, la situación está bajo control. Es un incendio, un simple incendio—. ¡Gran farsante! El Soviet Supremo estaba listo para combatir el misil nuclear que viniera de América; nadie pensaba que el átomo les explotaría en sus entrañas.
Aprendí también del orgullo de un pueblo que tenía ideales; esos mismos que tanto le faltan a los países latinoamericanos, abrumados por la influencia de otro imperio tan distinto y al mismo tiempo tan parecido al soviético. Ahí seguimos, a ver cuánto más aguanta.
Si solo pudiera rescatar algo de tu libro, serían esos millones de inocentes: los gatos y perros; los caballos y becerros; las lombrices de tierra, las abejas y tantos más seres a los que el hombre traiciona una y otra, y otra vez. Así en Chernobil como en el resto del mundo.
¿Será que la humanidad ha creado, en su afán imperialista, materialista; de lujo y confort, la forma más eficiente de autodestrucción?

@xosemamero

No hay comentarios.:

Publicar un comentario