24 mayo, 2016

PARA SALTARSE LOS CORTOS: YOUTH

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Desde que la abuela ingresó al asilo de ancianos, mi madre me encargó que le ayudara a hacer sentir a la viejita como si siguiera en casa: llamarla cada tercer día, estar al pendiente de sus achaques y hacerle visitas frecuentes para que no se sintiera relegada del núcleo familiar. Esas fueron las últimas indicaciones de mi madre, pues ya no volvimos verla; sólo de vez en cuando recibimos de ella tarjetas postales desde paradisiacos destinos donde eso sí, nunca olvida mandar recuerdos a la mascota (que ya tiene tres años muerta).

Por su parte, la abuela se la pasa bomba en su residencia de la tercera edad. Organiza jugadas de póquer y dominó; dice que la canasta y el bingo son juegos para retrasados. Hace concursos de baile a los que invariablemente me invita para que haga de pareja con casi todas las participantes, pues hay carencia de varones en condiciones físicas aceptables para participar, y cada semana consigue que vaya algún artista cirquero a hacerles show. Ahora salió con la puntada de que la llevara al cine junto con su palomilla de amigas. Luego examinar a detalle la cartelera, optaron por decisión unánime que querían ver Youth, donde sale, en palabras de ellas, el papacito de Michael Caine. A mí me pareció una buena elección, no pensé que representaría riesgo alguno, de seguro antes de los veinte minutos ya más de la mitad de las señoras estarían dormidas. Qué equivocado estaba.
La película desde el principio es clara al presentar el tema de la juventud y su dilema con la vejez desde diferentes acercamientos, claramente definidos en las subtramas. Las amigas de la abuela de inmediato empezaron a tomar partido y comentar entre ellas como si estuvieran en la sala de su casa. Algunas se identificaron con el director de orquesta retirado, otras se olvidaron del galán Caine y se clavaron con el cineasta de juventud extendida. No faltó quien simpatizara con el joven actor de madurez fingida o se solidarizara con la hija aseñorada del músico. Incluso la viejita que pegó el grito de emoción cuando reconoció al decadente estrella de futbol ochentero.
Al interés que generan las diferentes tramas se agrega el escenario donde sucede toda la acción: un exclusivo spa en medio de los paisajes más hermosos de una Suiza de cuento. No hizo falta mucho para que las viejitas entraran en estado de éxtasis que empezó a preocuparme, pues cómo le iba a hacer si se me infartaba alguna.
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Lejos, muy lejos de que las viejitas estuvieran dormitando, aquello parecía un jolgorio cada vez que chocaban en pantalla ideas y creencias que hacían más profunda la diferencia entre la juventud y la vejez. Y es que todas las tramas se mueven en una impecable ruta de transformación, con elementos claros y sencillos que hacen avanzar la historia de manera que nunca se hace pesada o larga: el niño que pone en duda la identidad del adulto, la hija que descarga su culpa en el poco amor que sintió de su padre, el anciano que se acuesta con una chica que podría ser su nieta, el marido capaz de abandonar su matrimonio por instinto, la silente pasión que grita a mitad del bosque su placer; la ironía con una dosis de veneno que suena a frustración y que enmarca el sentido de cada historia. Ya para estas de cambio, las viejitas que no lloraban a moco tendido, de plano aplaudían como si se tratara de una función de carpa.
La aparición de Jane Fonda marca el inicio del desenlace de la película. Su breve aparición es una simbólica aceptación de que nada ni nadie está por encima del inevitable transcurrir del tiempo. Para este momento, la excitación de las abuelas llega al clímax porque se siente venir el desenlace de cada trama, y no tienen nada que ver con novelas rosas. En algunos casos representa la felicidad bajo otro paradigma, la reinvención; la juventud eterna sostenida en la pasión por la vida, la redención como forma de aceptar la realidad. Y también cabe la obstinación, morirse abrazado a una idea, aunque las señales apunten hacia otros caminos.
De regreso a la residencia había en la camioneta una sensación de profunda reflexión. Algunas de las viejitas comentaban detalles y situaciones específicas de las historias. Otras lo llevaban al plano personal y se planteaban sus vidas en escenarios similares. Ya ninguna hablaba del papacito Caine, la frivolidad fue desplazada por la profundidad del tema y excelente dirección que imprime Paolo Sorrentino a esta película que de seguro quedará en el catálogo de favoritas de muchos cinéfilos, viejos, jóvenes o simplemente, vigentes.
@xosemamero

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