03 febrero, 2016

MOSCO AL ATAQUE

No hay bicho más latoso que un zancudo en la misma recámara donde uno intenta dormir después de un largo y tortuoso día. Por lo general, la historia es más o menos así: todo está en calma hasta que se apaga la luz. Como por arte de magia empieza a sonar un agudo zumbido, desde la lejanía del techo, que en forma de espiral se empieza a acercar más y más a cada instante. Inocentemente uno lanza manotazos al aire y después se tapa con la sábana hasta las orejas pensando que de esa manera la amenaza voladora cejará en su intento y volará hacia la sala, el comedor o el baño. Nada más falso que eso.
La estrategia del chupa sangre alado es quedarse quieto hasta que la víctima deje al descubierto cualquier zona con fresca y rosada piel para abalanzarse cual furioso kamikaze con espada desenvainada hacia su objetivo. En el mejor de los casos uno se lleva un piquete para rascarse al día siguiente y punto. Pero si el mosco es en especial sádico, seguirá dando vueltas por la habitación zumbando por horas y ensayando acercamientos a la oreja para hacer de la noche una experiencia desquiciante.

Y por si esto no fuera suficiente, ahora tenemos que sumar a las amenazas nacionales del dólar por las nubes, el petróleo en el subsuelo y Donald Trump al otro lado de la frontera, la incógnita preocupación de si el mosquito es portador del virus del Zika. ¿A poco no dan ganas de pedir un tiempo fuera, así como en el americano?


No hay comentarios.:

Publicar un comentario