15 febrero, 2016

HISTORIA DEL TIEMPO

Por increíble que parezca, en plena Ciudad de México hay varias, casi muchas, noches al año en que si uno levanta la mirada al cielo ve cantidad de estrellas. Esta afirmación se opone al mítico chisme de que, en una ciudad tan contaminada como esta, nunca se ve más allá de la nata de smog que cubre la megaurbe. ¿No será más bien que los chilangos, en su frenético ritmo de vida, nunca alzan la vista al cielo nocturno? Yo creo que va más por ahí el tema.

El caso es que siempre hay estrellas en el cielo en celosa vigilancia de lo que hacemos aquí en la Tierra los mortales, veámoslas o no. En correspondencia, son pocos los que se detienen a observar la bóveda celeste y muchos menos los que se ponen a estudiarla. Y es que, aparte de la romántica magia del cielo estrellado, existe una relación directa con el controversial inicio del universo. 

En la Edad Media, la iglesia se encargó de interpretar al hombre y la Tierra como el clímax de la creación divina. Un mundo plano sostenido por una gran tortuga que a su vez se posaba sobre otra tortuga y así hasta que uno se aburriera de contar. En la frontera con el Renacimiento, los pioneros de la astronomía, Copérnico, y años después Galileo, empezaron a cuestionar aquellas historias fantásticas y a sembrar la semilla de estudios serios al respecto.

Y creo que ahora sí me pasé de antecedentes, pero era apropiado. El tema tiene que ver con el libro de Stephen Hawking, Historia del Tiempo, del Big Bang a los agujeros negros. No puedo decir que es una lectura sencilla. Se trata de física, de teorías matemáticas, de luz, materia y energía. El autor lleva de la mano a sus lectores de la forma más amable posible a lo largo de un proceso de entendimiento científico del origen mismo del universo.

¿Qué es la luz y qué implica viajar a su velocidad? ¿Cómo surgió y cómo terminará el universo? Del Big Bang al Big Crunch. ¿Dónde está el límite del infinito? ¿De verdad puede ser factible viajar en el tiempo? Si estas cuestiones te quitan el sueño, o por lo menos te llaman la atención, eres candidato a leer la Historia del Tiempo. Una oportunidad de repensar si en verdad fue una mano divina la que se encargó de diseñar todo este sistema en el cual estamos vivos como especie sólo una ínfima fracción de la totalidad de su existencia, en términos relativos, claro está.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario