05 febrero, 2016

CHICA TRANSEXUAL

Es febrero, el mes del Súper Tazón y la época del año cuando las salas de cine están plagadas de películas nominadas a los premios Óscar. Casi que no importa lo que uno vaya a ver, de seguro es contendiente, por lo menos, a la estatuilla de Mejor Cartel, Mejor Casting o Mejor Mascota. Y pues así, no hay ni cómo evitar que hasta don Susanito se las dé de gran cinéfilo conocedor o crítico de alta escuela. De verdad, me tocó anoche sentado en la fila justo detrás de mí y no paró de opinar en toda la santa función de La chica danesa.


Lo bueno es que pude hacer un filtro mental para anular la chillona voz del susodicho y clavarme de lleno en la historia del matrimonio Wegener. Quién hubiera dicho que hace cien años, en una ciudad tan señorial como Copenhague, una pareja de jóvenes pintores iba a vivir el drama de un amor llevado al extremo por la necesidad transexual de una mujer atrapada en el cuerpo de un hombre. Mero prejuicio novelesco y principesco, tú disculparás.

Como la mayor parte del discurso mediático está centrado en Einar, el personaje que caracteriza de forma estupenda Eddie Redmayne, aquí me gustaría ponerle algunas líneas de atención a la protagonista de la historia, Gerda. La joven, talentosa y enamorada esposa vive en verdad las de Caín a lo largo de toda la película. Paso a paso debe confrontar sus sentimiento con la avalancha de cambios que se dan en su marido. Hay algunos momentos de rechazo, decepción y enojo; pero ella decide quedarse hasta el final para apoyar y acompañar al que en tiempos idos fue su pareja. Gerda demuestra que se pueden anteponer los sentimientos más profundos al ego y la frustración de ver que la pareja simplemente se va. Eso sí es amor, amor del bueno.


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