22 enero, 2016

DUELE TAJAMAR

Todos los días amanezco con el noticiero radiofónico a manera de despertador. Desde hace algún tiempo me he planteado cambiar este hábito porque lo único que uno escucha son noticias espantosas: que si la economía va mal, que si la corrupción del gobierno, que si las desapariciones forzadas. En verdad, he estado a punto de abandonar esta costumbre; pero no lo he hecho porque para mí es una de las formas para mantenerme informado.

Esta semana la noticia que más me ha dolido es la de la salvaje destrucción del manglar Tajamar en Quintana Roo. He leído y escuchado algunas de las posiciones al respecto: la de los grupos ecologistas, con los cuales desde luego tengo simpatía; y la del gobierno, la Fonatur y los empresarios involucrados. Debo decir que entiendo la postura de estos últimos y, aunque la ley pudiera estar de su lado, no puedo otra cosa más que repudiar su crimen.

Me duele mucho lo sucedido en Cancún, así como me duele la industrialización de las granjas en detrimento de los animales y hasta los dos arbolitos que, junto a mi casa, un constructor derribó por el simple hecho de que le estorbaban. Me duele la destrucción de la naturaleza en función de proyectos inmobiliarios, turísticos o lo que sea que tenga que ver con la actividad humana. Me duele darme cuenta de que cuando hay dinero de por medio, gobernantes, empresarios, mis compatriotas en general y particular, son capaces de maltratar, destruir y matar lo que sea o a quien sea.

El problema, como yo lo veo, no es sólo un puñado de gobernantes y empresarios corruptos y sin escrúpulos; es una sociedad sin conciencia ni valores más allá de los intereses propios, la sobre población, la desigualdad económica y una insostenible dinámica de consumo desenfrenado. ¿A dónde vamos a llegar como humanidad? Temo que pronto lo sabremos.


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